La idea original de esta intervención era abordar el tema de
las semejanzas entre la toponimia de las dos Navarras. Esto es, la presentación
de una serie de localidades y lugares que compartiesen un mismo nombre y
estuviesen situadas en los dos territorios: Baigorri, Lekunberri, Azkarate,
Uharte… o incluso Beire.
Propuesta interesante, sin duda, porque permitía subrayar
desde un punto de vista toponímico las similitudes entre la Baja y la Alta
Navarra. Sin embargo he acabado por desechar esta idea de confeccionar una
lista de localidades de doble navarridad, si es que esta expresión tiene algún
sentido, para centrarme en el topónimo que realmente nos une a todos los
navarros, seamos del sur o del norte: Navarra, Navarre, Nafarroa.
Como estoy ante navarros me siento eximido de tener que
defenderme de la sospecha de que tal aparente abreviación del trabajo,
dedicarse solo a un topónimo en vez de una relativamente larga lista de ellos,
pueda ser interpretada como fruto de cierta indolencia o falta de entusiasmo.
Al contrario. Tiene más de irresponsable osadía que de otra cosa. Como navarros
que son ya sé que son conscientes de la especial dificultad que entraña
cualquier actividad que pretenda explicar qué es Navarra. Abordar esta cuestión
desde cualquier punto de vista académico imaginable: histórico, geográfico,
sociológico…, y también el onomástico, es aventurarse por un camino lleno de
aristas y peligros de los que no siempre se sabe si se podrá salir indemne.
A lo largo de esta intervención pondré un especial empeño en
centrar siempre mi atención exclusivamente en el nombre de nuestra tierra y lo
que él nos trasmite, evitando perderme por las sinuosas sendas de su historia y
de sus lenguas.
No esperen, por otro lado, escuchar nada nuevo al respecto.
Lo que sigue no es el fruto de una investigación específica sobre el topónimo
Navarra, sino una lectura e interpretación personal de algunas de las opiniones
que se han vertido sobre nuestro
corónimo, y no solo sobre su significado etimológico. Nos acercaremos a los
avatares históricos y lingüísticos que ha vivido la denominación de nuestro
reino de la mano de lingüistas e historiadores que se han acercado al tema, y
solo al final de la ponencia abordaremos el tema de su significado etimológico.
Este final se ha dispuesto así de forma deliberada ya que lo que se pretende
con esta intervención es que concluyamos el acto académico fundidos en un
abrazo etimológico. Una experiencia reconfortante, y muy necesaria entre
navarros.
HISTORIA
DEL NOMBRE DE NAVARRA
Aunque acabamos de anunciar que nos íbamos a ceñir al estudio
del nombre de Navarra, es imposible no hacer mención al primer nombre con el que
entramos en la historia: vascones.
Subrayo este etnónimo porque, siguiendo a las fuentes romanas, el territorio de
los vascones se asocia sin ningún género de dudas con el de la Alta Navarra y
porque, como veremos a continuación, el etnónimo sigue vivo especialmente
aplicado a las tierras ubicadas hoy al oeste (País Vasco o Vascongadas >*Vasconicatas) y al norte (Gascogne < Vasconia) del primitivo
solar vascón. No es este el momento
adecuado para abrir la caja de Pandora de la hipersensibilidad que genera en
Navarra el uso del gentilicio vasco pero sí me gustaría hacer notar cómo la
forma de entender esta realidad en el último siglo influye a la hora de
utilizar las denominaciones del pasado. Entiendo que no es casualidad que en
todo el territorio vascón sea dificilísimo hoy visitar algún poblado o
yacimiento que reciba de forma específica tal denominación, frente a lo
relativamente fácil que es encontrarse con villas romanas, yacimientos
hispano-romanos o incluso poblados celtas.
Dicho esto, no queda sino constatar que la reducida Vasconia
de época romana se extendió en siglos posteriores, siglos V al VIII, y su
nombre se fue aplicando a las regiones situadas a ambos lados de la cordillera
pirenaica occidental. Hecho llamativo, porque no olvidemos que en época romana,
al menos sobre los mapas, incluso las tierras de la actual Baja Navarra
quedaban fueran de Vasconia, en Aquitania. Por otro lado, tanto en crónicas
visigodas, francas como árabes se sigue utilizando el etnónimo vascón para los
habitantes de la actual Navarra, incluso al hacer referencia a los reyes de
Pamplona. Sin embargo, en paralelo a esta extensión de los términos vascón o
gascón y Vasconia, en el mencionado solar vascón surge un nuevo etnónimo a
partir del siglo VIII que paulatinamente se irá imponiendo: navarri, los
navarros.
El etnónimo, dejando a un lado su etimología, se ha querido
explicar en función de dos ejes principales: el social y el lingüístico. A este
respecto indica Roldán Jimeno (1) que:
“Picaud, además de describir una
realidad étnico-cultural, mostraba una diferenciación social del territorio,
tornándose sus palabras en halagos al referirse a los núcleos burgueses francos
insertados entre los navarros. Esta percepción foránea recogía el temprano
etnónimo de Nabarrus o Navarrus, dándole un significado social
equivalente al arator, tal y como lo percibieron sutilmente
los analistas carolingios a finales del siglo VIII.
A mediados de
la siguiente centuria aquella realidad social de los navarri se
refería también a su universo lingüístico, como lo reflejan los dos duces Navarrorum que comparecieron ante Carlos el Calvo y que
representarían a pamploneses y gascones de análoga base socio-lingüística. La acepción francesa [terra]
Navarra acabó como
indicador del espacio político pamplonés, pasando el corónimo hacia finales del
siglo XI al territorio controlado por la monarquía y los obispos de Pamplona,
donde hacia 1162 y bajo Sancho el Sabio se adoptaría como denominación
definitiva del reino. El carácter étnico-social y lingüístico de los habitantes
de la vieja Iruñea bautizaría a su vez a la ciudad de la Navarrería, cuando ésta tuvo que diferenciarse del nuevo burgo
de San Cernin a finales del siglo XI y luego de la población de San Nicolás.
Durante los
siglos XII y XIII navarro equivalía a euskaldún. Lo hemos visto en Aimeric Picaud, pero la
equivalencia se observa también en una concordia sobre bustalizas, en la que
los jefes de los pastores de ganado son llamados en lingua navarrorum, Unamaizter et Buruzagi (1167). Durante esta época el gentilicio navarro entrañaba también connotaciones lingüísticas en
textos de aforamiento de villas, algo que tendría su equivalente siglos después
en el Fuero General, donde navarro y vascongado aparecerán como términos equivalentes ("Dice
navarro gaizes
berme; dice
bascongado erret
bide"). Esa misma
concordancia debía subyacer en la mentalidad de algunos pobladores de la Ribera
en el siglo XIII, cuando los de Peralta decían que García Elihart y Sancia Zuria
-de indicadores personales eminentemente vascongados- venían de Navarra. De la misma manera, Tudela envió mensajeros a
Teobaldo I, citándolos como los
homes que fueron a Navarra.
Esto es, los navarros, un conjunto humano de extracción social
humilde, labradores, y lingüísticamente de habla vasca, constituyen el hecho
diferencial del reino y esto se traduce finalmente en su propia denominación,
desplazando sorprendentemente a una denominación ya establecida como Reino de
Pamplona, con el prestigio añadido de su pasado romano.
Nunca han estado muy claros los límites de la denominada
Navarra primordial, y aunque algunas prestigiosas fuentes la equiparaban con
Tierra Estella, más parece que esta Navarra primigenia estaba constituida por las
tierras donde habitaban esos navarros que nos ha caracterizado Roldán Jimeno.
Superada esta fase imprecisa del etnónimo navarro, que se
prolongó durante al menos cuatro siglos entre 769 y 1162, con Sancho VI el
Sabio se fija ya el nombre de Navarra como el oficial del reino en esta última
fecha y a partir de ella la suerte del
topónimo irá unida ya a los avatares políticos del reino y a los dominios
sujetos a la autoridad del monarca, y los navarros serán, desde entonces,
básicamente, los naturales del reino.
LA BAJA NAVARRA
Será con el hijo del mencionado Sancho VI el
Sabio, con Sancho el Fuerte, con el que se inicien las relaciones entre las
Tierras de Ultrapuertos, si utilizamos el punto de vista pamplonés, y el reino
de Navarra. Esta estrecha vinculación se iniciará en 1228 y concluirá con la
invasión del reino en 1527.
La
región de Ultrapuertos estaba configurada por siete valles o "países"
(Arberoa, Osés, Cisa, Baigorri, Irisarri, Mixa y Ostabares) y villas que
funcionaban de forma autónoma. Como indica Xabier Zabaltza (2):
“Las expresiones
Sexta Merindad, Merindad de Ultrapuertos y Merindad de San Juan de Pie de
Puerto se empezaron a emplear mucho después que Carlos IV de Navarra (= Carlos
I de Castilla y V de Alemania) dividiera el Viejo Reyno en 1527”.
Esto es, la Baja Navarra nunca constituyó una
merindad. La Baja Navarra es, por lo tanto, e independientemente de su
extensión geográfica, bastante más que una merindad más. Y por eso resulta tan
acertada la expresión de “las dos Navarras” con la que se denomina este
seminario.
La
denominación Baja Navarra surge tras la conquista castellana del reino en la
que ese conjunto de valles autónomos quedan formando una unidad territorial que
constituye en sí un reino tenido como tal por su legítimo soberano. Así surgen
en 1527 las dos navarras, dos estructuras paralelas que, entre otros avatares,
deberán también acordar el uso de su nombre.
Sobre
este aspecto se ha ocupado Peio Monteano (3) en el Iceberg Navarro al señalar que ambas Navarras se titulaban
indistintamente como Reino de Navarra. Y no sin falta de lógica porque al sur,
el reino de Navarra, aunque conquistado por Castilla, mantenía sus
instituciones privativas, y al norte los Albret seguían poseyendo el control
sobre aquella parte del reino e instauraban un conjunto de instituciones
paralelas a las que funcionaban en Pamplona. En palabras de Monteano “todo ello
se tradujo en un permanente clima de confrontación y recelo entre las
autoridades de las dos Navarras”.
Y
más adelante añade:
“A nivel institucional, esta diferencia de visiones se
reflejó en pugnas terminológicas entre los organismos de gobierno de ambos
territorios. La verdad es que no sabían cómo denominarse uno a otros. Los
organismos de Pamplona, consciente de que representaban a la mayoría de la
población y del territorio, siempre trataron a las instituciones bajonavarras
con cierto tono de superioridad. Por su parte, la Baja Navarra sabía que había
heredado la legitimidad dinástica y retenía para sí también el nombre de Reino
de Navarra. Pese a ello, ambas partes no tuvieron más remedio que asumir que
las cosas habían cambiado. Para denominar a la pequeña porción que seguía
independiente, se le comenzó a denominar Reino de Navarra bajo los puertos
(1549) y luego Reino de la Baja Navarra (1586). Con frecuencia, las actas de
los Estados bajonavarros se refieren a él como “el presente Reino de Navarra”,
expresión que vendría a significar algo así como a lo que se había visto
reducido el reino a partir de 1527. En el otro lado ya a final de siglo, se
hará más frecuente el nombre de Alta Navarra. En ocasiones, se prefirió aludir
a situaciones de hecho: los jueces lapurtarras se referirían al “Reino de de
Navarra de allá los montes Pirineos, tenido por el rey de España”. Por su
parte, desde Pamplona, donde seguía denominándose al extremo norte como Tierra
de Vascos se trata de evitar el enfrentamiento con sus instituciones llamándose
a sí mismo “los alcaldes de la Corte que residimos en Pamplona”.
Así
pues es en esta época de la conquista cuando nace la denominación Baja Navarra
para referirse a la parte norte del territorio poseída por sus reyes legítimos
hasta 1620. Denominación que automáticamente generó otra nueva, la de Alta
Navarra para el territorio conquistado por Castilla. Mientras tanto los reyes
de España y Francia se proclamaban respectivamente rey de Navarra y Roy de
Navarre, hasta que la monarquía francesa dio paso a la república en 1792 e hizo
desaparecer por completo la estructura administrativa de la Baja Navarra, y el
reino de Navarra desapareció como tal en 1839-41, aunque retuvo el nombre,
límites geográficos y cierta autonomía. Esto explica que de manera generalizada
Navarra y Nafarroa sean hoy las formas más extendidas para denominar a la
Navarra peninsular y Basse Navarre y Basanabarre lo sean para el territorio
continental. Las expresiones Alta Navarra, Nafarroa Garaia y Nafarroa Beherea
se reservaban para textos más especializados.
Esta es, pues, la historia del corónimo
Navarra. Nombre que surge en el siglo VIII para designar a las tierras
habitadas por los navarros, un grupo humano específico dentro de los vascones, que
en 1162 se consolida como nombre de un reino, que en 1527 se desgaja en dos
partes desiguales la Alta Navarra al sur y la Baja Navarra la norte.
SOBRE LOS
NOMBRES DE NAVARRA
Analizada someramente la historia de la
denominación Navarra es hora de acercarse a su uso estrictamente lingüístico.
Por lo que a su nombre general respecta están plenamente
establecidas sus formas correctas en nuestras tres lenguas presentes: Nafarroa
en euskera, Navarra en castellano y Navarre en francés. Señala la Academia que
Nafarroa es el nombre vasco original
siendo Naparroa variante
posterior y que el gentilicio vasco más
antiguo es nafar, no napar ni nafartar.
La denominación de la Baja Navarra, como ya
hemos visto, es reciente y su origen romance ha generado un sinfín de variantes
euskéricas la mayoría de escasa difusión y tradición. Ya antes de su
constitución como reino las tierras de Ultrapuertos recibieron diferentes
nombres (Xabier Zabaltza (2)) como Tierras d'Ayllent Puertos (1291), Aquent Puertos (1352, visión
bajonavarra), Navarra deça-ports
(1371), Tierra de Vascos (1437)... (ya observada por Aymeric Picaud en 1139
al distinguir entre los Bascli, y los Navarri) Basse-Navarre y Baja Navarra
se van a generalizar a partir del XVI, al consumarse la división del reino.
Primero
se documenta en francés Basse-Navarre, y
algo más tarde se documenta por primera vez su denominación euskérica Baxenabarre. No obstante, Xabier
Zabaltza (2) sugiere que la denominación vasca no se toma del francés sino de la
expresión bearnesa Baxa Nabarra
(1577) de la que igualmente habría surgido la francesa. En
euskera el testimonio de Axular en 1643 ha servido de base para las formas
cultas propuestas por Euskaltzaindia:
"Ceren anhitz moldez eta
differentqui minçatcen baitira euscal herrian, Naffarroa garayan, Naffarroa
beherean, Çuberoan, Lapurdin, Bizcayan, Guipuzcoan, Alaba-herrian eta
bertce anhitz leccutan" (AXULAR, 1643).
No olvidemos, no obstante, que
la Academia admite también el uso de Baxenabarre documentado ya en 1664 y único
nombre generalizado de forma popular desde al menos el siglo XVII:
"Yaquin eçaçu
nola naizen basanabarren eta nola
naizen ossasunarekin yenquoari esquer" (Joanes PERUSKIren gutuna, 1664)
Es llamativo como ese aspecto romance de la
denominación Basse Navarre ha generado todo tipo de adaptaciones para dotar a
este territorio de un nombre genuinamente euskérico que, obviamente, no
necesitaba. He aquí un listado de denominaciones vasquizadas recogidas por Xabier Zabaltza (2), entre las que
habría que añadir a las de Axular:
Naffarroa beherea (Axular, 1643), Nabarpe (Adema-Zaldubi, 1882), Naparbea (Arana-Goiri, 1890), Naparrobera (Arana-Goiri, 1894ko
apirilean), Benabarre (Arana-Goiri,
1894ko maiatzean), Benabarra
(Arana-Goiri, 1894ko agorrilean), Naparbehera
(Arana-Goiri, 1896), Beko Nabarra
(Arana-Goiri, 1897), Naparro-behera
(Arana-Goiri, 1901), Benaparroa
(Azkue, 1927), Benafarroa (Enrike
Zubiri "Manezaundi", 1930), Beko
Naparroa (Plazido Muxika, 1964)... Y algo más tardías son otras como Behenafarroa y Baxenafarroa. 2:20
¿Cómo usar correctamente esas denominaciones?
En euskera resulta de interés la propuesta de Xabier Zabaltza (2) que se apoya en
los dos nombres académicamente correctos para el territorio navarro
continental: Baxenabarre y Nafarroa Beherea. Según el historiador tudelano, se podría
contraponer por un lado las dos formas más populares, Nafarroa y Baxenabarre,
de forma general, mientras que reservaríamos la forma Nafarroa Garaia en
contextos donde se use a su vez la expresión Nafarroa Beherea.
Pero esta práctica solución que funcionaría
perfectamente en euskera no tiene fácil acomodo en los romances castellano y
francés donde Baja Navarra se opone tanto a Navarra como a Alta Navarra, de la misma manera que Basse-Navarre lo hace a Navarre y Haute-Navarre. En estos idiomas, y por razones prácticas, Navarra o Navarre es sobre
todo la Navarra peninsular, frente a Baja Navarra / Basse-Navarre. El uso de
Alta Navarra se reserva para textos en los que las tres realidades deben ser
específicamente diferenciadas.
Esta opción es la que más se ajusta al uso
real, aunque evidentemente ofrece reparos históricos al identificar el nombre
general de Navarra con una de sus partes. No obstante, es innegable que Navarra
es el nombre oficial de un territorio con unos límites geográficos e
instituciones propias, enclavado hoy dentro del reino de España, por lo que
usar la denominación de Navarra para la Alta Navarra es una necesidad
incontestable e ineludible; mientras que la expresión Alta Navarra se ve
confinada a contextos muy concretos y especializados, o bien a ámbitos muy concienciados
de la naturaleza dual de Navarra.
Y ya que citamos el tema de la denominación oficial me veo en la
obligación de recordar que Navarra, a diferencia de lo que ocurre con la
denominación de los territorios de las comunidades autónomas de Galicia, País
Vasco, Cataluña, Valencia o Baleares, no ha promulgado aún la oficialidad de la
denominación Nafarroa, lo cual no deja de ser sorprendente, por no decir
ligeramente inquietante; si bien es cierto que lo ha hecho de facto
(Amejoramiento, uso administrativo legal…).
Desde el Consejo Navarro del Euskera ya se ha encomendado al
Gobierno la solución de este aspecto y
parece que ya se han iniciado los trámites que darían inicio a la
solicitud de oficialidad de Nafarroa.
ETIMOLOGÍA
Llegamos ya al terreno de la
etimología y como bien indicaba Pascual Madoz en su diccionario "son infinitas las etimologías que se han
buscado a este nombre".
Es bien conocido que Aymeric Picaud escribió que navarrus era `non verus´ `no verdadero´,
por ser mezcla de guerrero y de mujer. Además opinaba que los navarros y los
escoceses tenían un mismo origen. Otros opinan que el origen está Naddaver,
nombre de la ciudad de donde habrían partido los primeros navarros.
La lista podría hacerse interminable. Se ha intentando
explicar el nombre a partir de una "novara" dedicada por S. Saturnino
a S. Juan Bautista, o de "la barra que tomó por divisa D. Sancho",
según recordó el mismo Madoz. Juan Fernández Amador de los Ríos defendió una
raíz caldaica..."
Pero centrémonos ahora en las que tienen algo
más de peso por la valía de sus autores. Jean Orpustan piensa que Nabarra fue el nombre original, surgiendo muchísimo más tarde las
variantes Nafarroa y Naparroa. Piensa este autor que el
nombre está relacionado con la voz prerromana nava `llanura entre montañas´ o con la voz vasca nabar `color pardo´. En este sentido
retoma la teoría de Garibay y Moret quienes proponían que Navarra tenía su origen en las voces naba y erria `pueblo de
las navas´. Pascual Madoz ironizaba al respecto diciendo: "...no dejaría de ser extraño que la reino de los
Pirineos se hubiese impuesto el nombre de tierra llana...". De esta
opinión es Julio Caro Baroja: "...desde
el punto de vista geográfico quiere decir algo semejante a "sierra" y
no a "nava=llanura"..., "...los navarros podrían ser, en suma,
alga así como los serranos o constituirían una unidad étnica, gentilicia, una
fracción de los antiguos vascones, con nombre correspondiente a un epónimo. La
llanura se me escapa de toda consideración".
Tampoco esta exento de controversia el
nombre de Baja Navarra, aunque, desde luego, su interpretación ha sido
generalmente relacionada con la menor altura de estas tierras respecto a la
vecina Navarra meridional. Opinión que me resulta la más razonable. No obstante
Manex Goihenetxe, según cita Xabier Zabaltza (2), llegó a proponer a modo de
hipótesis que Baxa Nabarra hacía referencia a la voz vasca basoa, basa- y que
por lo tanto la equivalencia entre Baxa
Nabarra (Baxenabarre) y Baja Navarra con Nafarroa Beherea no sería la correcto, sino Basoko Nafarroa la “Navarra boscosa”.
Pero sin duda, una de las interpretaciones más
convincentes, en mi opinión, es la promulgada por Alfonso Irigoien. Resulta evidente que Nafarroa,
Navarre y Navarra tienen un mismo origen, un origen que quizá esté en los
gentilicios, nafar en vascuence y navarro en romance, a partir de los
cuales habrían surgido los topónimos Nafarroa
y Navarra.
En vascuence, aunque no se trata de un fenómeno totalmente
regular, está probado la evolución b >
f, por lo que ambos gentilicios podrían derivarse de un primitivo nabar, que en vasco equivale a `color
pardo´, y que fue ampliamente utilizado como nombre de persona medieval.
Alfonso Irigoyen escribe lo siguiente al respecto: "Como es sabido, el
gentilicio equivalente al castellano navarro
es actualmente en lengua vasca nafar /
napar, variantes procedentes ambas de nabar...
La forma equivalente a Navarra,
nombre del antiguo reino, es, por otra parte, Nafarroa / Naparroa, y ambas variantes proceden, por la misma razón
que en el caso del gentilicio, de un primitivo *Nabarroa.".
Seguramente a partir de su significado primitivo, o de su
utilización como nombre de persona, pasó a designar al habitante de una región
limitada en el espacio y que fue extendiéndose hasta dar nombre al reino de
Navarra.
Pero lo que realmente queremos subrayar es que Navarra no es
otra cosa que la tierra donde viven los navarros. En euskera es más que
evidente y lo observamos en la utilización de sufijo de valor colectivo –oa que
se aplica sobre el gentilicio: nafar +
-oa. Pero también en romance, tal y
como hemos visto en el texto de Roldán Jimeno, porque a partir del gentilicio
navarro se habría generalizado la expresión Terra navarra, de donde finalmente
surgió el corónimo Navarra.
Este y no otro es el abrazo etimológico prometido. Y es que
Navarre, Navarra o Nafarroa es simplemente la tierra de los navarros y
navarras, condición que se adquiere por el mero de hecho de vivir en ella.
Es posible que se me objete que no ha quedado
muy claro cuál es la etimología de navarro,
y no me queda sino encogerme de hombros y señalar la dificultad de la empresa.
Y es que si resulta del todo imposible dar una definición del navarro del siglo
XXI, imaginemos la proeza que supondría determinar a qué debieron exactamente
nuestros antepasados, a qué cualidad o defecto, su nombre.
Y ahora sí, acabo, pero mirando al futuro, con
el deseo de que la toponimia siga sirviendo de nexo de unión entre las dos
Navarras y no solo por compartir nombre desde hace casi 900 años. Y para ello
no voy a dudar en aprovecharme de su cariño por las dos Navarras, por Navarra.
En la Alta Navarra se realizó una exhaustiva
recopilación de la toponimia menor de Navarra, recuperándose 100.000
denominaciones vivas que fueron cartografiadas y oficializadas. De eso hace ya
casi 30 años. Lo inquietante de esta situación es que este trabajo sigue sin
hacerse en la Baja Navarra y hemos perdido toda una generación de expertos en
este tiempo. Mejor no pensar cuántos insustituibles conocedores de los montes y
campos bajanavarros se nos han ido. Pero, tal y como se dice de los árboles, si
el mejor momento para plantarlos fue hace 20 años, el segundo mejor momento lo será
mañana. Sería magnífico que de encuentros como el de hoy pudieran salir
iniciativas conjuntas en la que experiencia acumulada en una parte de Navarra
pudiera transmitirse a la otra.
De hecho se podría decir que el trabajo está a
punto de comenzar. La semana pasada nos reunimos varios navarros y navarras de
la la Alta y Baja Navarra para dar inicio a una intrépida aventura toponímica:
la localización del topónimo más largo conocido y documentado de toda la Europa
continental: Azpilikuetagaraikosaroiarenberekolarrea en el lugar donde
confluyen ambas Navarras, en los montes de Alduide o Quinto Real. Reconozco que pueda
parecer una empresa un tanto frívola, pero realmente confío en que pueda convertirse
en el primero de los 25.000 topónimos que calculo nos esperan a lo largo de la Baja Navarra. Una empresa
que podría contribuir a que el abrazo entre las dos Navarras fuese aún más
fraterno. Si en los próximos meses
llaman a sus puertas pidiendo ayuda y colaboración para algún proyecto que
aborde la recogida de la toponimia bajonavarra, no duden en prestarle su apoyo.
NOTAS
1. Jimeno Aranguren, Roldán. Eusko Ikaskuntza, Revista
Internacional de los Estudios Vascos
BIBLID [0212-7016 (1999), 44: 2; 441-454] SUSTRATO CULTURAL DE LA VASCONIA ALTOMEDIEVAL
(Cultural Substract of early medieval Vasconia)
2. Zabaltza Pérez Nievas, Xabier:
“La merindad que nunca existió”, Navarra Hoy, 1992ko apirilaren 26a.
"Ipar Nafarroaren euskal izenaz”, Euskaldunon Egunkaria, 1992ko ekainaren 26a.
3. Monteano Sorbet, Peio: El iceberg navarro, Pamiela, Pamplona 2017.
Bikain, beti bezala.
Nik ere zerbait idatzia dut gai honi buruz: http://erribera.blogspot.com.es/2017/09/navarra-euskal-herria-historia-lengua-y_14.html
Besarkada bat